ANTONIO LUCAS
PABLO
GARCÍA BAENA
Poeta
Pablo
García Baena tiene a la entrada de su casa de Córdoba un belén de
varios pisos que desafía la ley de la gravedad. Es una fortaleza de
pastorcillos, jaras, detalles, musgos, magos, guiños, juegos. Un belén
barroco que en el portal, en vez de buey, tiene un gato. Un gato de
satanismo baudeleriano. «Es un disparate, pero a mí me divierte montar todo esto y hacer distintos relatos con las figuras», dice.
Pablo García Baena es refinado, elegante, con la piel dorada
color moscatel. Gasta un hablar lento, con esa articulación de eses
andaluzas que van a dar a la mar. Pablo García Baena es PABLO. Así, con
mayúscula. Uno de los poetas más hondos y ricos de palabra de la segunda
mitad del siglo XX. Un poeta de silencios que impulsa una escritura de
mucha música, con una capacidad malabar para llevar más lejos el idioma,
como un almacenaje de oro y voz. A los 92 años, portador de una
inteligencia serena, de un misterio de visillos y de una finísima
ironía, trabaja en un nuevo libro de poemas, mantiene la memoria como
algo más que un caladero de nostalgias y sigue hablando con la serena
libertad de siempre, partidario de la sensualidad y de la belleza.
- Yo soy un poeta de impulsos. Escribo cuando la poesía me
acompaña. Después la dejo durante años, sin que se enfade, esperando de
nuevo el momento. Entre dos libros míos han podido pasar casi 20 años.
Nunca he tenido una vocación tortuosa ni he buscado nada. Las cosas han
ido llegando. Ahora llevo dos años con un libro que me gustaría cerrar
en 2013. Yo la poesía la asumo como si estuviera en un balneario, con
voluntad placentera.
- ¿Y cómo son los poemas nuevos?
- Siguen la estela de mi último libro, Los Campos Elíseos,
publicado en 2006. Es una poesía más desnuda, más sencilla, más
depurada... Aunque hay algún texto suntuoso porque yo la capa pluvial no
me la puedo quitar... Y también dos o tres algo procaces.
- ¿Esa desnudez de tu poesía de ahora también está en tu vida?
- También. En todos los ámbitos de mi vida. ¿Sabes? Nunca he
hecho demasiada vida social. Han venido homenajes y premios que acepto
encantado, pero no los he buscado. Yo he estado siempre en mis asuntos,
alejado del ruido. Viviendo en la sencillez, atendiendo la tienda que
tuve durante 21 años en Torremolinos, cerca de mis amigos... No digo que
haya estado aparte, pero no he hecho oficio de poeta profesional. La
poesía es muy especial y necesita soledad y recogimiento. En ese
sentido, tengo mucho de los ermitaños de la sierra de Córdoba.
La casa de Pablo García Baena está en una calle estrecha,
encalada, abundante de silencio. Regresó a la ciudad hace 10 años,
después de varias décadas en Málaga. Las paredes sostienen anaqueles,
cuadros (dibujos de Miguel del Moral y Lorca), escapularios, vírgenes y
demás merchandising litúrgico. Una galaxia devocional por donde se mueve a pasos ágiles y cortos la pequeña figura del poeta.
Su obra oscila entre lo pagano y lo cristiano. Entre la
pasión por el festival del cuerpo joven y la culpa que ciertas pasiones
desatan. Fue jefe de expedición de un extraordinario grupo de poetas
cordobeses, al calor de la revista Cántico, que unieron
entusiasmo y deseos desafiando la ceniza del franquismo en una siniestra
ciudad de posguerra. Eran los últimos años 40. «La poesía salvó mi
juventud», apunta en confesión.
Fueron un puntal de resistencia poética y vital en un mundo
de naftalina cainita. «Hasta que los novísimos nos rescataron, en los
años 70, estábamos como perro sin amo, muy desengañados del ambiente de
la poesía, muy poco atendidos»... A un costado tenemos una mesita con
licores. Sobre la silla, una caja de almendrados. Y las patas, al calor
del brasero.
- Siempre he celebrado la belleza. Para mí lo celebratorio es
un referente, con lo que eso conlleva. Mi obra también es un equilibrio
entre la sensualidad y la culpa. Y los conflictos que genera. Tan
verdadero es lo carnal, lo pagano, como el arrepentimiento... Pero veo
que desde hace unos años en la poesía se ha instalado el minimalismo y
el poco aseo de las palabras. Que cuanto más prosaica resulte, mejor.
Entiendo que es un camino, pero... Entre la manera de decir de un abate
del siglo XVIII y la de un patán moderno, prefiero al abate. La poesía
debe de tener riqueza de lenguaje, porque la poesía es eso, riqueza, no
lenguaje de signos. Y de la riqueza a la transparencia, a la claridad.
- ¿Aquel paganismo fue un cobijo?
- Para los poetas del grupo Cántico, sí. Un modo de buscar
alegría en la durísima posguerra. Afortunadamente, la juventud es una
carcajada... Pero nuestra religiosidad también fue auténtica.
- ¿Cómo te llega el mundo de fuera?
- Intento defenderme de él. Y casi lo consigo. Pero sí, veo
muchas cosas terribles. Y quizá la principal sea la falta de trabajo. Es
muy grave. La crisis, en definitiva, es un invento de los poderosos
para su propio beneficio. Todo es de una enorme vulgaridad. Sólo hay que
asomarse a la televisión para detectar el nivel de grosería general. Ni
siquiera es pornográfico, porque la pornografía puede ser una de las
bellas artes, sino estúpido. Todo esto que vivimos es una falacia
absoluta.
- ¿La edad te ha hecho más escéptico?
- Siempre lo fui. Pero un escéptico no militante, porque el
escepticismo es una forma de tristeza. Dudo, dudo mucho. Nunca he creído
fielmente en la apariencia de las cosas. Me atrae más lo sobrenatural.
- ¿La poesía es también revelación?
- Lo es.
- ¿Y revolución?
- También, como conciencia del mundo. La poesía puede
descubrir las cosas que se callan o se tapan... El tiempo lo amanera
todo y es entonces cuando la poesía, o el arte, apunta hacia lo nuevo.
Fíjate en las vanguardias.
- ¿Te consideras un superviviente?
- Sí. Me he ido quedando solo. He enterrado a mis amigos sin
pretenderlo. Es triste. Yo tenía que haber acabado ya, pero aquí me
tienen todavía... ¡Si estoy deseando reencontrarme con todos allá! Aquí
uno vive muchas veces de recuerdos.
- Cuánto hay en ti de rebelde...
- Mi rebeldía es ser yo mismo. Siempre hice lo que quise
hacer. Estoy lejos de modas, por eso cuando veo a los poetas jóvenes
como si fueran beatniks me sorprendo. Parece que en vez de en
Córdoba, Madrid o Granada han nacido en Nueva Jersey... ¡Pero si eso es
viejísimo! Es más viejo casi que Cántico.
Y sonríe con medio labio, con el tiempo ya parado, como si la mañana hubiese huido sin haber venido nunca.